12 oct 2010

Cerrando una década

Hace un año, justamente hace un año se tambaleaba lo que en ciernes podría ser algo hermoso. Aspirar al amor de una mujer, a su cariño, a su caricia y a su amor y hoy, cuando esto había sido posible, cuando araño la llegada de un nuevo año en este planeta, en esta galaxia, en este universo, como pavesa en el desierto, esto casi se apaga, nos ahoga la arena de la distancia, la soledad de las noches vacías, la boca sin besos y nuestras miradas que no encuentran el espejo de nuestros ojos.
No soy supersticioso pero como odio los gatos negros y palidezco ante el número trece y ahora sumo el número 17. Será que un sisma está frente a mi; será nuevamente mi regalo de cumpleaños esta cubetada de desoloación, ausencia de todo, dedos asidos a nada, memoria desperdiciada en un nombre que ya no signifique apenas un leve recuerdo?

Ahí queda esto, no más tinta, no más espacio en blanco. Lo otro amigos es que llegué, no era mi meta pero estoy en el umbral de los sesenta, recontando los días que he transitado por este planeta, por la tierra que me vio nacer, por la ciudad que amorosa, abrió sus brazos para mi, por la mujer que cálida tomó mis manos y me condujo a la entraña vertiginosa de este valle que ha dado calor y color a mi corazón. Aquí estoy, vivo, latiendo mi corazón, recordando a los muertos de mi felicidad, a quienes fueron conducto para mi aterrizaje a este mundo y haciendo una declaración de principios y parafraceando a Neruda diré que Confieso que he vivido, que como caracol, no me he quedado con nada, ni siquiera lo material, mi camino se ha quedado con la poca luz que emano, mi huella ha exprimido todo, alegría, amargura, frio, calor. Todo se ha quedado poco a poco como si, figura de hielo, fuera dejando humedad a mi paso, pero no es humedad eterna puesto que un día dejaré en mi huella la última gota. No se si en sudor o sangre pero ahí ya no habrá puntos suspensivos para mí. Será el epílogo, el plaff onomatopéyico del cierre del libro de la historia de mi vida.
Solamente pediría en esos momentos oir los acordes de la música que dio sentido a mi aliento, que me impulsó, que curó las heridas internas, y alimentó mis flacas carnes en momentos difíciles. Que no falte el canto, que nunca falte el canto. De mi tierra, de mi patria, de quien pone el corazón en lo que escribe y canta. Larga, interminable lista de seres que han tocado la luna y les ha devuelto la caricia en inspiración.
Será que hablo de Silvio, acaso me refiero a Paco Ibáñez o Álvaro Carrillo; quizá al creador de los mantras que aliviaron las heridas amorosas, es decir José Alfredo o Violeta, Víctor Jara, la Eugenia, Mercedes o también Marcial que ahora solo liva nubes junto a su carnal Emilio. Muchos más nombres hay que no incluyo. Saben ellos que los canto, los siento y por mi sentimiento circulan impunemente. En sesenta años recuerdo muchas cosas. Los lugares en que he vivido, la gente que he conocido; seres invaluables cuyo cuño este mundo no ha valorado y han emigrado a las estrellas, los pequeños espacios que he llenado cantando, leyendo a mis autores preferidos.
Por último y la cereza de mi pastel: Ñi'i Ndoo, el temazcal que es síntesis de lo que soy, de mi raza, de los abuelos que con valor, contestatario valor, nos heredan lo que en su corazón guardaron celosamente. Ahí están esos viejos mis abuelos. Vivos ahora, luz ahora, camino ahora y por siempre vida.

1 jun 2010

Ray Conniff

Fue una tarde, una cálida tarde de 1975 cuando llegué a su casa, toqué el timbre y al abrir la puerta me recibió con una sonrisa y el rubor de sus pómulos, el pelo suelto caía libre sobre sus hombros. Por mi parte la felicidad me llenaba por completo. Subimos al apartamento y comentamos cada uno, sus vivencias desde la última vez que nos vimos. Hacía poco tiempo que yo podía recorrer las calles de esta ciudad, aún no tenía trabajo y esto me permitía visitar a los amigos y amigas que había conocido.
Me ofreció refresco y me invitó a comer, en tanto en el estéreo se escuchaba música de Ray Conniff. Ella seguía los compaces con el movimiento grácil de su cuerpo y veía y buscaba en mis ojos la aprobación de su entrega a esa sonoridad.
Después de comer, hicimos un pequeño reposo y luego nos dispusimos a bailar al compás de la orquesta que seguía amenizando el ambiente. Nuestros cuerpos se movieron en cadenciosos pasos, yo tratando de seguirla y disimular un tanto mi torpeza para el baile. Ella amorosamente me llevaba y me iba indicando qué hacer. No presté mucha atención a eso, como sentir su calor cercano, observar de cerca sus ojos, su pelo castaño y su boca, pequeña boca que ya me había obsequiado besos, primeros besos con mucha pasión pero sin atrevimiento.
La tarde la compartimos hablando de lo afortunados que éramos teniéndonos, amándonos después de lo imposible que parecía llegar a eso. Le confesé que siempre había sentido algo especial por ella pero no me atreví a confesarlo pues no tenía sentido atarla a mi en las circunstancias que estaba viviendo.

Muchos años después vi el disco que hizo de fondo musical aquella tarde y pensé que sería una agradable sorpresa para ella. Lo adquirí y lo llevé a casa. Durante el trayecto fui pensado en lo que he relatado, recreándome en esos momentos.
Cuando llegué, entré a la sala, todo era silencio y en los muchachos una cara de preocupación. Casi en susurro, para no despertarla me relataron que había tenido una crisis, un cambio de personalidad brutal y después de ese desfogue, se quedó profundamente dormida. A partir de ese día ya nada fue igual. No hubo manera de que volviera a esta realidad, la medicina declaró que solo se podían dar paliativos que controlaran su conducta y que le permitieran una buena calidad de vida. No pudimos escuchar y disfrutar juntos  este disco, las piezas, las melodías las escucho a solas y puedo aún recordar con gratitud los momentos que la vida me dio a su lado. Siempre la música será un ancla que me lleve a ella y en un espacio de mi corazón estará su amor.     

10 may 2010

Réquiem


 






02/02/2009
Escuchando a Silvio escribo estas letras. Disfruté tanto, tanto cada parte y gocé tanto, tanto cada todo.No fue un final feliz. La distancia, el tiempo y el poco interés acabaron con aquellos días felices. En los encuentros nocturnos, intensos a pesar de mi sueño y cansancio di lo mejor de mi. Compartimos lecturas, expresé lo que siento por las mujeres y más, acerca de la mujer que descansaba a mi lado y aportaba también su cuota erótica. De los dos, nadie se puede quejar de medieces hasta cierto tiempo. Nos dimos completos y por eso duele que esto termine de esta forma. Faltarían califivativos para señalar la ruptura pero si algo me queda claro es que no dimos el extra. No nos arriesgamos por la falta de confianza, nunca pensamos cuánto podía dar la relación y en función de eso nos detuvimos, frenamos nuestro ímpetu y el resultado es que no valen ya las lágrimas para mí, solo lamentarme por lo que no pude hacer.Si uno fuera a llorar cuando termina, no alcanzaran las lágrimas a tanto, dice la canción y en verdad que no habría llanto suficiente para llenar su ausencia.Diciembre le gustó para que me vaya y se cumplió su deseo. Esto no da para más hágase lo que se haga. Estamos en otra sintonía. El tiempo hizo su trabajo y aquí estamos hoy como dos extraños. Andando caminos diferentes que nos llevan por la vida pero sin la esperanza de coincidir en futuros encuentros. Se lo dije: Desearía con todo mi corazón que esto siguiera pero está fuera de nosotros continuarlo. No había conocido a una mujer tan intensa, amorosa y plena y resulta que a los pocos meses de conocerla, la pierdo. Hoy agradezco todo, TODO lo que me dio y espero sea un agradecimiento eterno. En tanto viva quiero que mi pensamiento se refiera a esta mujer más hermosa en mi vida. Después de ese abismo vertiginoso, veo hacia adelante y la esperanza se pinta de luz. Vuelve de nuevo la música con su intensidad a cauterizar y aparece mágicamente una nueva piel.

29 abr 2010

Llueve otra vez

Tríptico, vol 2
Silvio Rodríguez
Lueve otra vez detrás de mis frontales.
Entre oreja y oreja nubes bajas,
oscuras como cajas,
se disfrazan de fieros animales.



Una mujer he visto cuatro veces
con los ojos comunes de nosotros.
Cuatro mil con los otros:
con los de padecer horas y meses.



Llueve otra vez donde no hay más conmigo
que fieros animales,
que tiernos enemigos.
Llueve otra vez detrás de mis frontales.
Oh, campo sin abrigo.
Oh, calle sin portales.



Llueve tan bien, que el fin de la semana
en vez de ser domingo en mi cabeza,
es sólo la tristeza
helándome el cerebro y la mañana.



Una mujer que nunca me provoca
me ha condenado a lluvia sin motivo
y desde entonces vivo
ahogado en el deseo de su boca.



Llueve otra vez donde no hay más conmigo
que fieros animales,
que tiernos enemigos.
Llueve otra vez donde no hay más conmigo
que fieros animales,
que tiernos enemigos.
Llueve otra vez detrás de mis frontales.
Oh, campo sin abrigo.
Oh, calle sin portales.

21 abr 2010

Yoo, hermana luna

Comíamos por la tarde cuando Tere se acercó a su teclado y empezó a tocar, ella, su instrumento con aplomo, suavidad, y sencillez como últimamente lo viene haciendo pero las notas de esta pieza, de mi oido pasaban al corazón, y extendía frente a mis ojos la cara de Eva saboreando la música, ensoñando, deleitándose en ese suave oleaje con color de esperanza. Vi sus ojos cerrados y pude advertir una pequeña lágrima de felicidad al escuchar este Claro de Luna hilado por las manos pequeñas de la "chiquita" como cariñosamente solía llamar a su nieta.
Fue tarde de música. Al regresar de la academia, traía entre sus brazos una hoja pautada que le prestó su maestro y la gran sorpresa fue ver el título y ni hablar del autor: Intermezzo de Manuel M. Ponce. Ni tardo ni perezosos buscamos en Youtube y encontramos una interpretación hermosa en piano. Se que en pocos días el angel de mi guarda la estará tocando.
En mi paseo nocturno con mis pequeños bichos busqué la luna, por entre las ramas de los árboles traté de localizarla y di con ella, pequeña aún como una uña universal ahí estaba y recordé tantas cosas, imágenes atropelladas se sucedían en mi memoria pues a mis cortos años, he admirado la luna infinidad de veces.
La luna madre, luna amiga, luna luz, luna cómplice, luna vouyer, luna negada, esa luna de la que habla Sabines para los presos y los desencantados, luna compañía, luna enigma, luna inadvertida, luna de mi infancia, luna de mi brazo en la adolecencia, amante luna haciendo un triángulo amoroso con la mujer amada, luna de mis años maduros, luna que es mi espejo y escucha mis peticiones, así me lo dijo una luciérnaga, en fín que en los días finales de todo sapo habitante de este planeta, ahí estará la luna para decir que solamente se está cerrando un ciclo y durante su reinado nocturno alumbrará la soledad que anticipa ver al universo con ojos de luna y sol.
Hoy necesito la luna, se que es fria porque dio su sangre para las estrellas, como repite la canción; pero para quienes la adoptamos como madre, guarda, reserva y comparte mucho calor: Yoo y su ido. La luna y su conejo. Que pinche envidia: descanzaré en ese cojin como lo hace ese hermano conejo. Ya le quitaré el lugar a ese entrometido y entonces desde ahí podré ver lo que es esta tierra, y agradeceré todo lo que me dio: Cobijo a mi, caminante en su superficie como dentro de su vientre, los grandes oceanos, elevadísimas montañas, rios caudalosos, inmensas ciudades. Desde el regazo de la luna bendeciré, diré bien de todo lo vivido.
De los que amé, de los que me amaron, de quienes fueron el conducto para llegar a esta tierra, de mi aterrizaje en tierras que me dieron todo, todo lo que tuvieron en sus graneros, en sus alforjas, en sus corazones.
Viene bien hoy mi madre la luna, desfacedora de entuertos y guia de mis pies cansados en este caminar nocturno. 

29 mar 2010

Cuando el silencio

Se que llegará y en ese momento no habrá palabras ni citas a futuro, ni canciones por el teléfono. Mis ojos no recorrerán líneas leyendo sus correos ni mensajes expresando todo su amor. Algún día solo tendré ante mi, el espacio vacío, ninguna palabra, ausentes los calificativos, nada que me de la esperanza de volverla a encontrar: Ya no sentiré la ausencia de su amor porque para los dos todo habrá acabado. Se extraviarán en anaqueles del tiempo nuestros pasos acompasados y entre nuestros alientos solo habrá frialdad.
No quiero abrir los ojos pero el pensamiento me dice que hay asuntos que no cuadran, que no vienen bien para el amor. Y se que será barrera insalvable; pero me niego a ver.
Tendré canciones, imágenes, escritos, recuerdos, profundas sensaciones, sitios que visitamos juntos, vivencias en abundancia pero su aroma lo habré perdido, olvidado en el tiempo y ya nada será lo que era. Ahí también me faltó tiempo. Dictador ese que me acomete en estas situaciones. En tanto eso suceda, todavía le cantamos al amor.

11 mar 2010

Hoy Sabina

Algunos años han pasado desde que Gabi me regaló un disco de Sabina. Voz raspoza, letra ininteligible para mi en aquellos momentos fueron argumentos no esgrimidos pero si suficientes para arrumbar el plástico a los anaqueles del olvido y fue en una estación de Radio Mexiquense cuando escuché Círculo Vicioso, una canción juguetona alegre y con un cargamento de buen genio. Me repetí el nombre: Joaquín Sabina, el personaje que yacía enlatado por varios años y que inmediatamente clasifiqué como favorito
Sucede que por aquellos días, en mi deambular por las calles del cíber, encontré una estrella de mar, una ola cálida, una sirena cantarina que sin encontrar aun hoy, ninguna relación lógica la asocio fuertemente con la canción Con la frente marchita en la voz de la Varela o, Pongamos que hablo de Madrid y también la de 1968 y Princesa. Toda esta música  me lleva a ella y sin vacilar concluyo que este es el tiempo de Sabina. La reina me sorprendió en vísperas del 6 de enero obsequiándome  un libro que es una crónica de tiempos de Joaquín y refuerza la idea de definir esta etapa. En la biografía de Sabina encuentro a un hombre con heterodoxias, libre pero sobre todo inteligente, de ahí ahora la preferencia por su música y sus prosas. Buen fondo para el tiempo que estoy viviendo; momentos mágicos compartidos con un hada venida de olas saladas, extensas playas, ojito de ballena cuya brújula apuntó en dirección del d.f.
Aseguro que mi vida se puede entender a partir de mis preferencias musicales enfermisas. Una y otra vez escuchando al cantante, autor, compositor cuya música aderesara el tiempo/espacio que estaba viviendo. Así, Víctor Jara y Te recuerdo Amanda y Carta a Julia o también El mundo al revés con Paco Ibáñez que gustaban y cantábamos con (hoy así la llaman) Eva. Vínculo, lazo de unión la música, nuestro canto, nuestras voces y la sobreviviente de aquellos tiempos: la guitarra que en 1973 me regaló. Está en casa, testiga que solo cuando toco sus cuerdas me dice que lo que recuerdo, añoro y hago presente, en realidad sucedió, fue una realidad que compartimos; que la adversidad que vivimos en esos años hizo fuerte, férrea nuestra relación. Ahí estos fundamentales.
Hoy por hoy es Con la frente marchita, aunque debo decir que nuestros asuntos marchan bien.

1 feb 2010

De Satie

Rica tarde, lluviosa, friolenta, callada, las calles apenas transitadas y yo, yo nuevamente recreándome en Satie, sus Ginopedias que como brocas llegan a lo interno y puede entrar aire purificante a mi cuerpo dolorido. Hay nadamás soliloquios, me cuento y recuento mi historia, le pido a Yoo (la luna) que me deje reposar en su almohadón redondo, que me pasee por el cielo y cuando lo desee poder mirar hacia donde está ella. Verla silenciosa hacia mí, repudiando, y tal vez maldiciendo haberme conocido, reivindicando su molestia hacia mi nombre, lejana, ausente a mis ojos, lejana su voz, ajenos sus alagos y yo aquí con la firmeza que da la arena, el esmog, la incertidumbre, pender de una cuerda enmohecida y a la espera de una fecha lapidaria.
No habrá comunicación de ningún tipo dijo con una expresión de molestia, enojo y hastío. Esta barca está haciendo agua que ni qué, en un mar violento con un  navegante que no sabe conducirse entre Escila y Caribdis.
Lo que salva esta, nuestra historia, lo que le da sentido y valor es su intensidad, el particulat encuentro y características y sobre todo (si se acabara) saber que lo efímero tiene también un gran valor. Recuerdo algo hermoso como ejemplo que son las flores de las pitahayas, hermosas, rosagantes, altaneras desafiantes, lozanas; pero, (el pero lo pongo yo) con la duración de solo un día. No más, solo un día, y en ese lapso hay que enbelesarse en ella, olerla, recrearse en su figura delicada, sutil, armoniosa y llenar los ojos con su delicadeza. Lo que no consigan los sentidos en ese corto tiempo.
Lo que salva este nuestro amor si fuere efímero, es que más allá de la hermosura de la flor de la pitahaya, más allá de darle sentido a mi vista, mi olfato no ha sido ajeno a esta experiencia; toda ella ha quedado registrada en mi cerebro vía ese sentido. Como no, su boca, su cuerpo complaciente, la calidez de su espalda y ese enloquecedor olor de su pelo están ahí. Y qué diría mi boca, ávida, insaciable llenándose del sabor de su todo. Nada ajeno a este sentido; todo objeto de ser probado.
De mis sentidos, el tacto se solaza, duerme, descanza en su cuerpo, manos mías que me reportan suavidad, tersura, calor, intenso calor que voy sintiendo a lo amplio de todo su ser. De dos cuerpos juntos, de dos calores compartidos de nuestros tactos entretejidos no es la suma de dos. Lo explosivo de nuestro contacto da razón de ser al universo.
Si no hubiera mañana para nosotros, nos salva el hecho de habernos reconocido amantes dispuestos a hacer una historia. Dimos el primer paso con firmeza, no hay duda, aunque la altura sobre el nivel del mar de esta preciosa ciudad no nos permitiera avanzar por el intrincado camino de mantener el ritmo de seguir el trillo de esta aventura. No queda en ella, no queda en mí lo que scribe Silvio en su canción : "La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes".
Si fuera el caso, cada uno de nosotros seguiría en su paraíso cumpliendo el sino de los amorosos: el eterno buscar sin encontrar, ese sentido de la vida que da poderse ver reflejado en la pupila del ser amante, amoroso.
Mmmmmmmmmmmmmm

6 ene 2010

Aquellos días

Recuerdo siempre el pasaje del Principito cuando cuenta de esa ocasión en que estando triste, vio infinidad de atardeceres, con solo mover su silla iba siguiendo al sol para verlo ponerse repetidas veces. Cuando estoy triste, escucho temas que me acaban de marchitar porque me evocan momentos de gran desesperanza. Son la Ginopedias de Satie o los Temas de Vangelis o alguna de las viejas y nuevas de Serrat, pero siempre, en ellos encuentro un fondo musical para encolarme en él y con la flacidez de la melancolía, y el suave vino de la nostalgia evocar bellos momento.
Pudiera ser 1976 cuando viajamos a Salto del Agua, a los pies del Izta. Caminando de Amecameca a este lugar en su amorosa compañía, cuando aún el engranaje de nuestra relación se asentaba poco a poco. El horizonte de la vida en pareja se abría amplio a nuestros ojos. La familia no tenía la riqueza de los hijos y nuestros cuerpos en su madurez ofrecían toda su energía y hallábamos sorpresas en cada encuentro.
Nuestro caminar fue como de una hora por la mañana, después de un sabroso desayuno, que nos dio fuerzas para emprender esta aventura que nos llevó por paisajes admirables: Senderos rodeados de sembradíos, arboles exhuberantes y un arroyo de aguas cristalinas que seguramente descendían del Volcán. Sentados a la sombra de los árboles y observar lo que la naturaleza regalaba a nuestros ojos fue una magnífica experiencia. Caminamos por la ribera del arroyo hasta donde nuestros recursos físicos nos lo permitían y con el reloj de los rayos del sol, volver sobre nuestros pasos para regresar al hogar que por aquel entonces estaba por Neza.
Por aquellos días nuestros recursos económicos eran precarios mas nuestra vitalidad suplía esta deficiencia por ello nos aventurábamos todos los fines de semana a los lugares de los alrededores de nuestra ciudad. Al final, cansados, agradecíamos la dicha de estar juntos. Nuestras vidas totalmente divergentes tenían por aquellos días esta convergencia gratificante.
Eva, Lupita, Marcela. Los tres nombres convergen en ella.

2 ene 2010

Dos años?

El tiempo, el implacable, el que pasó dice Pablo en alguna canción.
No pudo ser de otra manera, la arenilla del tiempo se encargó de borrar el incipiente código que íbamos construyendo; arenillas de desinterés, de rutina, de lugares comunes, de reproches fueron el abrasivo necesario para concluir que ahora no tenemos ni siquiera una escuálida historia en donde refugiar la soledad. Ahí quedan los sucesos sin ningún cordón que les de sentido, sin acontecimiento que valga la memoria recordarlo. Como una planta a la que dejamos de proveer del vital líquido y solo queda su sequedad como un reclamo de nuestro abandono, hojas que ayer fueron verdes ahora parecen trapos razgados, abandonados a la intemperie, grises, reclamando su muerte.
No quiso ser parte de una historia, el tranvía avanzaba y dándole la mano, deliberadamente aminoró el paso y su imagen se fue haciendo cada vez más pequeña; cuando vio que el tranvía avanzaba gritó fuertemente pero nada hizo por acelerar el paso y también solo dejo en mi, su silencio.
Va por ella en este año 2009. Que el siguiente tranvía la encuentre en condiciones de abordar y se encamine a ese mítico lugar que es la felicidad. Lo que sentía por ella lo dije claro y en todos los tonos, hoy solo resta agradecer todo lo que me dio. Y en su tiempo sin ambages, toda ella vibró al contacto de las palabras, las canciones, la oscuridad y los instantes de plenitud. Ahí estará, en algún sitio estará y desearía despojarla de mi recuerdo para no hacer más pesada mi carga. A ella,  hasta siempre Adnaloy