Algunos años han pasado desde que Gabi me regaló un disco de Sabina. Voz raspoza, letra ininteligible para mi en aquellos momentos fueron argumentos no esgrimidos pero si suficientes para arrumbar el plástico a los anaqueles del olvido y fue en una estación de Radio Mexiquense cuando escuché Círculo Vicioso, una canción juguetona alegre y con un cargamento de buen genio. Me repetí el nombre: Joaquín Sabina, el personaje que yacía enlatado por varios años y que inmediatamente clasifiqué como favorito
Sucede que por aquellos días, en mi deambular por las calles del cíber, encontré una estrella de mar, una ola cálida, una sirena cantarina que sin encontrar aun hoy, ninguna relación lógica la asocio fuertemente con la canción Con la frente marchita en la voz de la Varela o, Pongamos que hablo de Madrid y también la de 1968 y Princesa. Toda esta música me lleva a ella y sin vacilar concluyo que este es el tiempo de Sabina. La reina me sorprendió en vísperas del 6 de enero obsequiándome un libro que es una crónica de tiempos de Joaquín y refuerza la idea de definir esta etapa. En la biografía de Sabina encuentro a un hombre con heterodoxias, libre pero sobre todo inteligente, de ahí ahora la preferencia por su música y sus prosas. Buen fondo para el tiempo que estoy viviendo; momentos mágicos compartidos con un hada venida de olas saladas, extensas playas, ojito de ballena cuya brújula apuntó en dirección del d.f.
Aseguro que mi vida se puede entender a partir de mis preferencias musicales enfermisas. Una y otra vez escuchando al cantante, autor, compositor cuya música aderesara el tiempo/espacio que estaba viviendo. Así, Víctor Jara y Te recuerdo Amanda y Carta a Julia o también El mundo al revés con Paco Ibáñez que gustaban y cantábamos con (hoy así la llaman) Eva. Vínculo, lazo de unión la música, nuestro canto, nuestras voces y la sobreviviente de aquellos tiempos: la guitarra que en 1973 me regaló. Está en casa, testiga que solo cuando toco sus cuerdas me dice que lo que recuerdo, añoro y hago presente, en realidad sucedió, fue una realidad que compartimos; que la adversidad que vivimos en esos años hizo fuerte, férrea nuestra relación. Ahí estos fundamentales.
Hoy por hoy es Con la frente marchita, aunque debo decir que nuestros asuntos marchan bien.
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