El tiempo, el implacable, el que pasó dice Pablo en alguna canción.
No pudo ser de otra manera, la arenilla del tiempo se encargó de borrar el incipiente código que íbamos construyendo; arenillas de desinterés, de rutina, de lugares comunes, de reproches fueron el abrasivo necesario para concluir que ahora no tenemos ni siquiera una escuálida historia en donde refugiar la soledad. Ahí quedan los sucesos sin ningún cordón que les de sentido, sin acontecimiento que valga la memoria recordarlo. Como una planta a la que dejamos de proveer del vital líquido y solo queda su sequedad como un reclamo de nuestro abandono, hojas que ayer fueron verdes ahora parecen trapos razgados, abandonados a la intemperie, grises, reclamando su muerte.
No quiso ser parte de una historia, el tranvía avanzaba y dándole la mano, deliberadamente aminoró el paso y su imagen se fue haciendo cada vez más pequeña; cuando vio que el tranvía avanzaba gritó fuertemente pero nada hizo por acelerar el paso y también solo dejo en mi, su silencio.
Va por ella en este año 2009. Que el siguiente tranvía la encuentre en condiciones de abordar y se encamine a ese mítico lugar que es la felicidad. Lo que sentía por ella lo dije claro y en todos los tonos, hoy solo resta agradecer todo lo que me dio. Y en su tiempo sin ambages, toda ella vibró al contacto de las palabras, las canciones, la oscuridad y los instantes de plenitud. Ahí estará, en algún sitio estará y desearía despojarla de mi recuerdo para no hacer más pesada mi carga. A ella, hasta siempre Adnaloy
No pudo ser de otra manera, la arenilla del tiempo se encargó de borrar el incipiente código que íbamos construyendo; arenillas de desinterés, de rutina, de lugares comunes, de reproches fueron el abrasivo necesario para concluir que ahora no tenemos ni siquiera una escuálida historia en donde refugiar la soledad. Ahí quedan los sucesos sin ningún cordón que les de sentido, sin acontecimiento que valga la memoria recordarlo. Como una planta a la que dejamos de proveer del vital líquido y solo queda su sequedad como un reclamo de nuestro abandono, hojas que ayer fueron verdes ahora parecen trapos razgados, abandonados a la intemperie, grises, reclamando su muerte.
No quiso ser parte de una historia, el tranvía avanzaba y dándole la mano, deliberadamente aminoró el paso y su imagen se fue haciendo cada vez más pequeña; cuando vio que el tranvía avanzaba gritó fuertemente pero nada hizo por acelerar el paso y también solo dejo en mi, su silencio.
Va por ella en este año 2009. Que el siguiente tranvía la encuentre en condiciones de abordar y se encamine a ese mítico lugar que es la felicidad. Lo que sentía por ella lo dije claro y en todos los tonos, hoy solo resta agradecer todo lo que me dio. Y en su tiempo sin ambages, toda ella vibró al contacto de las palabras, las canciones, la oscuridad y los instantes de plenitud. Ahí estará, en algún sitio estará y desearía despojarla de mi recuerdo para no hacer más pesada mi carga. A ella, hasta siempre Adnaloy
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