25 jul 2012

Sólo

No se qué palabras decir a mi oído porque hoy no fue un gran día. Viví de los recuerdos del temazcal dominical pero me apabullaron los malos presagios, malas notas que me jalan hacia atrás con violencia. Lunes de asueto y no pude hacer nada, mis ideas rebotaban en las paredes de mi espacio y caía sobre mi algo parecido a chorro de cajeta, que aborrezco, a humo espeso de llanta quemada, no sosiego, no paz, y luego por la noche, no la cereza de un pastel, sino la paletada de tierra que me anuncia mi entierro.
Saber que alguien muy querido de mi familia no la pasa bien me baja la pila, me pone en el piso, despierta en mi la condición a la que he querido renunciar y me persigue: La tristeza, la flojedad de piernas que me hace caminar arrastrando los pies. Fea condición, ingratos momentos, trago amargo que saboreo en mi absoluta soledad.
Todo se sasona con la terrible sensación de una pérdida, una ausencia que se anticipaba insistentemente y no pude advertir. A sabiendas de que tenía que acabar en cualquier momento, me agarra por sorpresa y heme aquí con las manos con nada, sin un nombre, sin la luz de sus ojos y sin la esperanza de su calor.
Debiera yo por mi salud, poner a mi corazón un cartel que diga: CERRADO POR INVENTARIO. Es buen tiempo para hacer un recuento y renunciar a toda relación que no sea el amor a la familia o el cariño hacia los amigos. Y nada más.

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