Todo se hace en silencio
Como se hace la luz dentro del ojo.
Jaime Sabines
De esa manera se dio nuestro viaje a las entrañas del País de las Nubes, al mágico territorio de los Ñuu Savi, lugar que habitó y gobernó el Señor Ocho Venado, Garra de Jaguar; al conocido territorio de la mixteca alta que durante 13 años pude mínimamente conocer, transitar sus veredas y con ojos de sorpresa, abrirme posteriormente al mundo como es el sino de todo Ñuu Savi.
La idea fundamental del viaje era conocer, con la visión que ahora tenemos del temazcal, lo que queda en edificación y en práctica de esta milenaria medicina y lo que significan a la luz de lo que encierran los códices prehispánicos, lugares tan relevantes como Apoala, Tilantongo y Monte Negro por un lado y Nochixtlán y la Unión, por otra parte. Sumirme en la interrogante de estos sitios mágicos que a través del internet se van presentando a la aridez del conocimiento que tengo de mi cultura original. Recorrer lugares que hace algunos años no habrían significado nada para mí y que hoy se yerguen magestuosos, con su sólida carga de historia. Con esta idea se inicia el camino
Armados con interés genuino, además de dos cámaras y el golfito, junto con el tío, muy de mañana salimos de Claudio hacia nuestro destino. La salida de la ciudad fue tranquila recorriendo las conocidas calles y avenidas que nos llevan por fin a la salida Mexico-Puebla,escuchando a Serrat, Silvio, Serrano, en fín batería pesada en cuanto a música. Tiene su magia la oscuridad, y se ve multiplicada cuando el pensamiento se anticipa a los encuentros y acontecimientos posteriores. El avance era lento pero no teníamos prisa, pianpianito llegaríamos a nuestro destino calculando un promedio de 4 horas.
Avanzar por la autopista todavía con la oscuridad de la madrugada no permite mucha visión a los alrededores mas que imaginar esos sitios muchas veces vistos y también según lo permitían las curvas, atisbar a la luna que compartía nuestro regocijo expresado en su carita mañanera. Cruzar las primeras casetas, el territorio de la cd. de Puebla y enfilarse por la autopista a Tehuacán no reportó mayor sorpresa; sitios conocidos, panoramas en el recuerdo de viajes anteriores se sucedieron hasta internarnos a territorio oaxaqueño. Una vista diferente, montañas escabrozas con cactus, nopales, matorrales y terreno blanquecino, calizo que mucho me recuerda al terreno de la Unión. Imaginé cómo los viejos mixtecos atravezaban esas intrincadas sierras con los recursos de aquellos tiempos, viajando durante días y días hasta llegar a su destino con magro calzado y vestimenta pero con piernas como pata de venado decía Arturo Castellanos. No descanza la vista, no hay final en esta búsqueda de lo finito. Encuentran los ojos el cierre, la unión entre el cielo y la tierra a lo lejos, solo para decirme que más alla hay más. Tierra mixteca que se extiende y que solo reconoce mi imaginación. El golfo devora kilómetros y se que nos acercamos más al espacio anhelado, al territorio deliveradamente ignorado por la afrenta de su adversidad, por la dureza de la sobrevivencia y que llegada la curva descendente de la vida, aprecio su valor inconmensurable. Busco señales que me indiquen que estoy pisando ya, territorio de Soyaltepec por lo que me queda de memoria de la orografía de estos lugares , más que por los señalamientos carreteros, y de pronto veo la espalda magestuosa de Yucu Ñii y así lo exclamo. Le digo a Gil: ese es Yucu Ñii el monte simbólico de la Unión, rancho que vivió conmigo una etapa entrañable, formadora de mi ente físico y mental que deseo recobrar y asir desesperadamente como el último reducto que dé razón de ser, a mi existencia y explique mi paso por la vida, una raiz que no encontré a pesar de las muchas aventuras, y aunque edificantes, siempre dejaron una espectante hoquedad.
Avanzando algunos pasos más, pudimos ver de frente no solo al Monte Mudo, sino la mentada Loma, asentamiento que tiene casi sesenta años de integrar a los pobladores disgregados del rancho La Unión.
Dejamos atrás el territorio de los Hata Yaa y llegamos a Nochixtlán con gran euforia. La tierra prometida para aquellos parecería una caricatura, a juzgar por la expresión que manifestábamos. Buscamos por colonias desconocidas para mí, a mi hermana, sin embargo la flaca memoria de nuestro guía nos llevó a cero encuentro y decidir enfilarnos al mercado para saciar nuestra hambre infantil. No solo comer, sino también con los ojos devorar el espacio, la algarabía, el calor del mercado tan cambiado en tan solo doce años, o transformado en cuarenta y cinco. En fín que preguntamos a una hermana de raza, una mixteca como todas las que, girando la cabeza como periscopio, inindaban el mercado. Solícita, una de sus hijas se ofreció a acompañarnos y así llegamos con una señora de recios años y buena atención. Nos ofreció como prueba una "macita", (resultado del nixtamal martajado y horneado junto con la barbacoa de borrego) de la que dimos cuenta en un momento, indicándole después que nos sirviera dos órdenes pero a la uzansa tradicional, es decir la macita puesta sobre penca de maguey y con una cuchara del mismo material. Repetimos la operación, acompañando nuestro manjar con un atole blanco. Estábamos poniendo palomita a un punto muy importante de nuestra cara misión.
Una vez desayunados como lo mandan los dioses de los Ñuu Savi, paseamos nuestros estómagos llenos por el mercado, sin olvidar los puntos siguientes a cubrir en este viaje de trabajo.
Preguntamos a la misma paisana si ella sabía de algún temazcal en este Nochixtlán. Rápido puso en nuestros ávidos olfatos de lince la noticia de que efectivamente había lo que buscábamos y con santo y seña, nos encaminamos a tan deseado lugar.
Llegamos a la esquina indicada y después de tocar el timbre, una carita sonriente nos abrió la puerta y al conocer nuestro interés nos señaló el sitio donde se encontraba el temazcal.
Saludamos a un hombre regordete, amable pero parco en sus respuestas. Preguntamos horario de funcionamiento, costo enseres necesarios para entrar, punto en el que cedió la palabra a una señora de la que hasta ese momento no había puesto yo la menor atención. Con la mejor sonrisa, la misma que nos acompañó durante toda nuestra estancia en ese lugar, se dispuso a disipar nuestras dudas, nos invitó a pasar a sus instalaciones y tras de unas cortinas improvisadas con sábanas, estaba magestuoso Ita Nuu Yoo, su temazcal. Permitió que tomáramos fotos, video y nos dio toda una cátedra acerca de la importancia y funcionamiento del temazcal. Platicamos ampliamente con la señora Adelaida, a quien sus amigas llaman Adelita e hicimos el compromiso de entrar ese día al temazcal. Dejamos el lugar y por sugerencia de ella, nos encaminamos a un centro que coordina actividades de reforestación en diversas zonas de la mixteca, además de que cuentan en él con computadoras y material de información de cuya magnitud no me enteré. Platicamos con ellos, les mostramos la página de Temazcal Mixteco y nos despedimos para tener tiempo de hacer una compra en el mercado y regresar a Ita Nuu Yoo.
Al regresar al temazcal, fuimos recibidos por Adelita como si fuéramos viejos conocidos. Nos despojamos de los zapatos y dispuestos a ayudar en lo que hiciera falta. Paso a paso nos fue indicando lo que había que hacer: retirar las brazas de la hornilla de calentamiento con una pala, lavar el piso y las piedras así como las paredes del temazcal con un ramo de hojas de Cacho de Venado (chapulixtle). Antes de tapar el recinto de las piedras calientes metió una tina con agua, algunas hierbas y pétalos de rosas para que se calentara e inundara la cámara del temazcal con un agradable aroma. Nos explicó para que utilizaba los objetos que estaban sobre la mesa y consistía en un pequeño palo de lluvia, un silbato, sonaja, atecocoli, zahumador, etc. Recibimos la medicina del copal ofrecido por Esmeralda, hija de doña Adelita, y al final de esta ceremonia, pasamos al interior del Ita Nuu Yoo en total desnudez también a una completa oscuridad.
Recordé el sistema de ingreso que tiene el temazcal de Roberto en Cuernavaca. También el calor intenso y la obscuridad que se tiene que mantener para resguardar la intimidad de los asistentes a esta experiencia.
Ya en el interior se nos dio la bienvenida por parte de Adelita, preguntó nuestra situación y en seguida nos proporcionó un ramo de Cacho de Venado (chapulixtle) para que rameáramos nuestro cuerpo. Entonó cantos de temazcal y con su permiso, hicimos, el Tio y yo lo propio con algunas de las que cantamos en Ñi'i que gustaron a nuestra anfitriona. Cuando lo creí necesario, salí a recostarme diligentemente arropado por Esmeralda que también me ofreció una taza de te caliente y amargoso.
Acostado sobre petates que exprofeso se colocan en una sala de descanso, reflexionaba yo sobre la fortuna que nos acompañaba al haber encontrado Ita Nuu Yoo y a Adelita. Empezamos bien esta aventura porque en pleno territorio Ñuu Savi, estábamos viviendo la experiencia de ñi'i (temazcal) con las adecuaciones a los tiempos que corren pero con el principio de calentamiento que en Ñi'i Ndoo usamos. Fue un hallazgo que reafirmó la convicción de que estamos por buen camino en la práctica de esta milenaria tradición. Estar tendido en suelo nochixteco con un remolino de recuerdos. Lugar entrañable que conozco desde 1958 más o menos, en donde estudié los dos últimos años de la primaria y que con mi maravillosa maestra Ceci, adquirí los cimientos para poder ingresar a la Normal, en las presas que entonces había aprendí a nadar; en las noches de soledad escuché con mucha atención por los altavoces las canciones de José Alfredo, los Martinez Gil, la Santanera, los Panchos etc. Apenas daba yo crédito en esos momentos de sudar copiosamente que muchos años después de recorrer esta parte de la tierra Ñuu Savi pudiera estar nuevamente en ella y también en ese vientre amoroso de mi tierra. No hay edad para necesitar ese cobijo y caricia en el corazón. Cerré los ojos. ¿Era sudor? Me dormí y volví a soñar.
Dormimos en la casa de la sra. Adelita, no sin antes obsequiarnos una taza de atole con pan, aproveché algunos minutos para escribir algunas letras de canciones y dejárselas y que espero pudieran posteriormente cantar
Muy de mañana el viernes salimos rumbo a Apoala, lugar legendario, según algunos documentos históricos, cuna de la cultura Ñuu Savi, donde los primeros homres entregan al Gran Señor Nueve Viento los elementos para gobernar y engrandecer a nuestra cultura y que hasta el día de hoy podemos encontrar símbolos con un gran contenido filosófico.
La salida de Nochixtlán fue accidentada, las veredas desconocidas nos llevaron por diferentes rumbos hasta que encontramos la correcta que paso a paso nos fue llevando a nuestro destino. El camino de terracería un tanto pesado por lo chaparro del golfo nos fue acercando más y más. La mañana fresca nos ofrecía el paisaje de la montaña fría con sus encinos que yo conozco como cuchara, una madera dura, fuerte que arde de manera particular por lo que en tiempo pasado fue el preferido para elaborar el carbón.
Por fín llegamos al borde del valle y pudimos avistar los montes que rodean esta localidad. A la izquierda vimos la cañada resguardada por dos acantilados que llaman las Torres Gemelas, al centro se encuentra la comunidad de Apoala, lugar verde con sembradíos que se nutren con el agua que brota de la mítica cueva de Apoala llamada Yavi Koo Maa. A la derecha al término del pequeño valle están las cascadas, la primera pequeña que tiene un mirador y la segunda que se puede contemplar desde la poza donde cae este torente de treinta metros de altura y que en Tu'un Savi se llama Sa Koka Wani'no Ndutsa, (al pie de la peña donde cae el agua).
Llegar al valle es posible sigzagueando por una vereda angosta y empinada. Con mucho cuidado se baja en segunda, con el pie rozando el pedal del freno hasta que el suelo se hace más horizontal y finalmente enfila uno por una de las calles principales del poblado. Avanzamos con la misma emoción con que un griego pisa tierra aledaña al Partenón o los desorbitados ojos al encuentro de Machu Pichu. De ese tamaño es Apoala para los Ñuu Savi y de esa magnitud fue nuestro primer encuentro. Después de pasar frente a la iglesia donde se encuentra dibujada el águila bicéfala y cruzar por frente del Palacio municipal y una fuente con una escultura del águila antes mencionada, dimos de frente con un Tukukua, suspendido de un marco hecho exprofeso para la ocación. Descendimos del golfo y el Tio armado con su cámara, nos acercamos a la gente que ultimaba detalles de tan preciado símbolo. Con el santo y seña que da la raza, nuestros paisanos accedieron a que tomáramos fotos y cargáramos en la video, escenas destacadas del Arbol de peine.
Estas mismas personas nos indicaron que para mayor seguridad nuestra, debíamos registrarnos en las oficinas y que ahí se nos asignaría un guia que nos llevaría a los lugares interesantes de este legendario lugar.
Visitamos primeramente las cascadas, que a la distancia de pocos metros encontramos la más chica y pasos más adelante , a mano izquierda se hizo a nuestros ojos la magestuosidad de una caída de agua más parecida a un regalo para nosotros del Dios Savi. El ascenso y descenso lo hicimos con la rapidez que exige una visita relámpago. Ya en terreno plano subimos en el golfo hasta avistar la entrada de la cañada acunada entre dos acantilados que llaman las torres gemelas. Observamos una salida de agua que llaman la Cola del Dragón, lugar que mencionan los lugareños, abastece de agua durante los días de lluvia.
Como se hace la luz dentro del ojo.
Jaime Sabines
De esa manera se dio nuestro viaje a las entrañas del País de las Nubes, al mágico territorio de los Ñuu Savi, lugar que habitó y gobernó el Señor Ocho Venado, Garra de Jaguar; al conocido territorio de la mixteca alta que durante 13 años pude mínimamente conocer, transitar sus veredas y con ojos de sorpresa, abrirme posteriormente al mundo como es el sino de todo Ñuu Savi.
La idea fundamental del viaje era conocer, con la visión que ahora tenemos del temazcal, lo que queda en edificación y en práctica de esta milenaria medicina y lo que significan a la luz de lo que encierran los códices prehispánicos, lugares tan relevantes como Apoala, Tilantongo y Monte Negro por un lado y Nochixtlán y la Unión, por otra parte. Sumirme en la interrogante de estos sitios mágicos que a través del internet se van presentando a la aridez del conocimiento que tengo de mi cultura original. Recorrer lugares que hace algunos años no habrían significado nada para mí y que hoy se yerguen magestuosos, con su sólida carga de historia. Con esta idea se inicia el camino
Armados con interés genuino, además de dos cámaras y el golfito, junto con el tío, muy de mañana salimos de Claudio hacia nuestro destino. La salida de la ciudad fue tranquila recorriendo las conocidas calles y avenidas que nos llevan por fin a la salida Mexico-Puebla,escuchando a Serrat, Silvio, Serrano, en fín batería pesada en cuanto a música. Tiene su magia la oscuridad, y se ve multiplicada cuando el pensamiento se anticipa a los encuentros y acontecimientos posteriores. El avance era lento pero no teníamos prisa, pianpianito llegaríamos a nuestro destino calculando un promedio de 4 horas.
Avanzar por la autopista todavía con la oscuridad de la madrugada no permite mucha visión a los alrededores mas que imaginar esos sitios muchas veces vistos y también según lo permitían las curvas, atisbar a la luna que compartía nuestro regocijo expresado en su carita mañanera. Cruzar las primeras casetas, el territorio de la cd. de Puebla y enfilarse por la autopista a Tehuacán no reportó mayor sorpresa; sitios conocidos, panoramas en el recuerdo de viajes anteriores se sucedieron hasta internarnos a territorio oaxaqueño. Una vista diferente, montañas escabrozas con cactus, nopales, matorrales y terreno blanquecino, calizo que mucho me recuerda al terreno de la Unión. Imaginé cómo los viejos mixtecos atravezaban esas intrincadas sierras con los recursos de aquellos tiempos, viajando durante días y días hasta llegar a su destino con magro calzado y vestimenta pero con piernas como pata de venado decía Arturo Castellanos. No descanza la vista, no hay final en esta búsqueda de lo finito. Encuentran los ojos el cierre, la unión entre el cielo y la tierra a lo lejos, solo para decirme que más alla hay más. Tierra mixteca que se extiende y que solo reconoce mi imaginación. El golfo devora kilómetros y se que nos acercamos más al espacio anhelado, al territorio deliveradamente ignorado por la afrenta de su adversidad, por la dureza de la sobrevivencia y que llegada la curva descendente de la vida, aprecio su valor inconmensurable. Busco señales que me indiquen que estoy pisando ya, territorio de Soyaltepec por lo que me queda de memoria de la orografía de estos lugares , más que por los señalamientos carreteros, y de pronto veo la espalda magestuosa de Yucu Ñii y así lo exclamo. Le digo a Gil: ese es Yucu Ñii el monte simbólico de la Unión, rancho que vivió conmigo una etapa entrañable, formadora de mi ente físico y mental que deseo recobrar y asir desesperadamente como el último reducto que dé razón de ser, a mi existencia y explique mi paso por la vida, una raiz que no encontré a pesar de las muchas aventuras, y aunque edificantes, siempre dejaron una espectante hoquedad.
Avanzando algunos pasos más, pudimos ver de frente no solo al Monte Mudo, sino la mentada Loma, asentamiento que tiene casi sesenta años de integrar a los pobladores disgregados del rancho La Unión.
Dejamos atrás el territorio de los Hata Yaa y llegamos a Nochixtlán con gran euforia. La tierra prometida para aquellos parecería una caricatura, a juzgar por la expresión que manifestábamos. Buscamos por colonias desconocidas para mí, a mi hermana, sin embargo la flaca memoria de nuestro guía nos llevó a cero encuentro y decidir enfilarnos al mercado para saciar nuestra hambre infantil. No solo comer, sino también con los ojos devorar el espacio, la algarabía, el calor del mercado tan cambiado en tan solo doce años, o transformado en cuarenta y cinco. En fín que preguntamos a una hermana de raza, una mixteca como todas las que, girando la cabeza como periscopio, inindaban el mercado. Solícita, una de sus hijas se ofreció a acompañarnos y así llegamos con una señora de recios años y buena atención. Nos ofreció como prueba una "macita", (resultado del nixtamal martajado y horneado junto con la barbacoa de borrego) de la que dimos cuenta en un momento, indicándole después que nos sirviera dos órdenes pero a la uzansa tradicional, es decir la macita puesta sobre penca de maguey y con una cuchara del mismo material. Repetimos la operación, acompañando nuestro manjar con un atole blanco. Estábamos poniendo palomita a un punto muy importante de nuestra cara misión.
Una vez desayunados como lo mandan los dioses de los Ñuu Savi, paseamos nuestros estómagos llenos por el mercado, sin olvidar los puntos siguientes a cubrir en este viaje de trabajo.
Preguntamos a la misma paisana si ella sabía de algún temazcal en este Nochixtlán. Rápido puso en nuestros ávidos olfatos de lince la noticia de que efectivamente había lo que buscábamos y con santo y seña, nos encaminamos a tan deseado lugar.
Llegamos a la esquina indicada y después de tocar el timbre, una carita sonriente nos abrió la puerta y al conocer nuestro interés nos señaló el sitio donde se encontraba el temazcal.
Saludamos a un hombre regordete, amable pero parco en sus respuestas. Preguntamos horario de funcionamiento, costo enseres necesarios para entrar, punto en el que cedió la palabra a una señora de la que hasta ese momento no había puesto yo la menor atención. Con la mejor sonrisa, la misma que nos acompañó durante toda nuestra estancia en ese lugar, se dispuso a disipar nuestras dudas, nos invitó a pasar a sus instalaciones y tras de unas cortinas improvisadas con sábanas, estaba magestuoso Ita Nuu Yoo, su temazcal. Permitió que tomáramos fotos, video y nos dio toda una cátedra acerca de la importancia y funcionamiento del temazcal. Platicamos ampliamente con la señora Adelaida, a quien sus amigas llaman Adelita e hicimos el compromiso de entrar ese día al temazcal. Dejamos el lugar y por sugerencia de ella, nos encaminamos a un centro que coordina actividades de reforestación en diversas zonas de la mixteca, además de que cuentan en él con computadoras y material de información de cuya magnitud no me enteré. Platicamos con ellos, les mostramos la página de Temazcal Mixteco y nos despedimos para tener tiempo de hacer una compra en el mercado y regresar a Ita Nuu Yoo.
Al regresar al temazcal, fuimos recibidos por Adelita como si fuéramos viejos conocidos. Nos despojamos de los zapatos y dispuestos a ayudar en lo que hiciera falta. Paso a paso nos fue indicando lo que había que hacer: retirar las brazas de la hornilla de calentamiento con una pala, lavar el piso y las piedras así como las paredes del temazcal con un ramo de hojas de Cacho de Venado (chapulixtle). Antes de tapar el recinto de las piedras calientes metió una tina con agua, algunas hierbas y pétalos de rosas para que se calentara e inundara la cámara del temazcal con un agradable aroma. Nos explicó para que utilizaba los objetos que estaban sobre la mesa y consistía en un pequeño palo de lluvia, un silbato, sonaja, atecocoli, zahumador, etc. Recibimos la medicina del copal ofrecido por Esmeralda, hija de doña Adelita, y al final de esta ceremonia, pasamos al interior del Ita Nuu Yoo en total desnudez también a una completa oscuridad.
Recordé el sistema de ingreso que tiene el temazcal de Roberto en Cuernavaca. También el calor intenso y la obscuridad que se tiene que mantener para resguardar la intimidad de los asistentes a esta experiencia.
Ya en el interior se nos dio la bienvenida por parte de Adelita, preguntó nuestra situación y en seguida nos proporcionó un ramo de Cacho de Venado (chapulixtle) para que rameáramos nuestro cuerpo. Entonó cantos de temazcal y con su permiso, hicimos, el Tio y yo lo propio con algunas de las que cantamos en Ñi'i que gustaron a nuestra anfitriona. Cuando lo creí necesario, salí a recostarme diligentemente arropado por Esmeralda que también me ofreció una taza de te caliente y amargoso.
Acostado sobre petates que exprofeso se colocan en una sala de descanso, reflexionaba yo sobre la fortuna que nos acompañaba al haber encontrado Ita Nuu Yoo y a Adelita. Empezamos bien esta aventura porque en pleno territorio Ñuu Savi, estábamos viviendo la experiencia de ñi'i (temazcal) con las adecuaciones a los tiempos que corren pero con el principio de calentamiento que en Ñi'i Ndoo usamos. Fue un hallazgo que reafirmó la convicción de que estamos por buen camino en la práctica de esta milenaria tradición. Estar tendido en suelo nochixteco con un remolino de recuerdos. Lugar entrañable que conozco desde 1958 más o menos, en donde estudié los dos últimos años de la primaria y que con mi maravillosa maestra Ceci, adquirí los cimientos para poder ingresar a la Normal, en las presas que entonces había aprendí a nadar; en las noches de soledad escuché con mucha atención por los altavoces las canciones de José Alfredo, los Martinez Gil, la Santanera, los Panchos etc. Apenas daba yo crédito en esos momentos de sudar copiosamente que muchos años después de recorrer esta parte de la tierra Ñuu Savi pudiera estar nuevamente en ella y también en ese vientre amoroso de mi tierra. No hay edad para necesitar ese cobijo y caricia en el corazón. Cerré los ojos. ¿Era sudor? Me dormí y volví a soñar.
Dormimos en la casa de la sra. Adelita, no sin antes obsequiarnos una taza de atole con pan, aproveché algunos minutos para escribir algunas letras de canciones y dejárselas y que espero pudieran posteriormente cantar
Muy de mañana el viernes salimos rumbo a Apoala, lugar legendario, según algunos documentos históricos, cuna de la cultura Ñuu Savi, donde los primeros homres entregan al Gran Señor Nueve Viento los elementos para gobernar y engrandecer a nuestra cultura y que hasta el día de hoy podemos encontrar símbolos con un gran contenido filosófico.
La salida de Nochixtlán fue accidentada, las veredas desconocidas nos llevaron por diferentes rumbos hasta que encontramos la correcta que paso a paso nos fue llevando a nuestro destino. El camino de terracería un tanto pesado por lo chaparro del golfo nos fue acercando más y más. La mañana fresca nos ofrecía el paisaje de la montaña fría con sus encinos que yo conozco como cuchara, una madera dura, fuerte que arde de manera particular por lo que en tiempo pasado fue el preferido para elaborar el carbón.
Por fín llegamos al borde del valle y pudimos avistar los montes que rodean esta localidad. A la izquierda vimos la cañada resguardada por dos acantilados que llaman las Torres Gemelas, al centro se encuentra la comunidad de Apoala, lugar verde con sembradíos que se nutren con el agua que brota de la mítica cueva de Apoala llamada Yavi Koo Maa. A la derecha al término del pequeño valle están las cascadas, la primera pequeña que tiene un mirador y la segunda que se puede contemplar desde la poza donde cae este torente de treinta metros de altura y que en Tu'un Savi se llama Sa Koka Wani'no Ndutsa, (al pie de la peña donde cae el agua).
Llegar al valle es posible sigzagueando por una vereda angosta y empinada. Con mucho cuidado se baja en segunda, con el pie rozando el pedal del freno hasta que el suelo se hace más horizontal y finalmente enfila uno por una de las calles principales del poblado. Avanzamos con la misma emoción con que un griego pisa tierra aledaña al Partenón o los desorbitados ojos al encuentro de Machu Pichu. De ese tamaño es Apoala para los Ñuu Savi y de esa magnitud fue nuestro primer encuentro. Después de pasar frente a la iglesia donde se encuentra dibujada el águila bicéfala y cruzar por frente del Palacio municipal y una fuente con una escultura del águila antes mencionada, dimos de frente con un Tukukua, suspendido de un marco hecho exprofeso para la ocación. Descendimos del golfo y el Tio armado con su cámara, nos acercamos a la gente que ultimaba detalles de tan preciado símbolo. Con el santo y seña que da la raza, nuestros paisanos accedieron a que tomáramos fotos y cargáramos en la video, escenas destacadas del Arbol de peine.
Estas mismas personas nos indicaron que para mayor seguridad nuestra, debíamos registrarnos en las oficinas y que ahí se nos asignaría un guia que nos llevaría a los lugares interesantes de este legendario lugar.
Visitamos primeramente las cascadas, que a la distancia de pocos metros encontramos la más chica y pasos más adelante , a mano izquierda se hizo a nuestros ojos la magestuosidad de una caída de agua más parecida a un regalo para nosotros del Dios Savi. El ascenso y descenso lo hicimos con la rapidez que exige una visita relámpago. Ya en terreno plano subimos en el golfo hasta avistar la entrada de la cañada acunada entre dos acantilados que llaman las torres gemelas. Observamos una salida de agua que llaman la Cola del Dragón, lugar que mencionan los lugareños, abastece de agua durante los días de lluvia.
Entrar a la caverna es una experiencia particular. Nuestro guía explicaba que los antepasados ñuu savi, en su interior hacían ofrendas a la madre tierra. No hay que olvidar que las cuevas y las montañas tenían gran significado para nuestra cultura.
Salimos de Apoala por un camino que consideramos más apto para la potencia del golfito, dimos vuelta por Apasco, una comunidad en donde mi padre trabajó como maestro rural por los años 1965-66 mas o menos. Después de un recorrido por camino de terracería, avistamos Nochixtlán. Ahí nos detuvimos un momento para visitar nuevamente a Adelita y agradecer todas sus atenciones: Cumplido este paso, preguntamos por el camino a Tilantongo, otro enclave de nuestra cultura que no debíamos dejar de visitar en este viaje.
Nos encaminamos por el rumbo indicado y en pocos minutos llegábamos a la Luz, lugar que se encuentra a una hora de camino de Nochixtlán. Cuando niño hice ese recorrido muchas veces. Pasamos Etlatongo y luego el viacrusis. Subir una escarpada cordillera a vuelta de rueda dado lo empinado del camino; una vez arribado a la cresta de esta cordillera, avanzamos más o menos con cierto aplomo, transcurria el tiempo y a nuestros ojos no se avisoraba nada que pareciera Tilantongo. Tiempo después un taxista nos alcanzó y pudimos preguntarle. Nos señaló el fondo de la barranca y una vereda a la izquierda que kilómetros adelante, nos conducirían a Tilantongo. Sudamos frío en los momentos en que el descenso se antojaba imposible y la idea de volver por ese mismo camino me aterraba.
Por fin llegamos a Tilantongo con la firme idea de conocer Montenegro. Alguien nos hizo incapie en lo difícil del ascenso a montengro y no dio la idea de rentar un taxi. Así lo hicimos, nos apalabramos con un taxista que en un destartalado suru, nos condujo a nuestro anhelado destino. Recorrimos los vestigios de este asentamiento milenario, sus terrazas, columnas, calles estrechas y taludes que desgraciadamente nadie en ese lugar está para medianamente explicar lo que encierra esta ciudadela. Por el lado norte, se asoma uno al panorama extenso de esta tierra Ñuu Savi, viendo hacia abajo se encuentra Tilantongo. Persistía en mi la idea de que esos lugares fueron muchas veces transitados por el Sr. Ocho Venado Garra de Jaguar y esto me alentaba. Pisar territorio que hombres de la Talla de nuestro heroe había pisado, le dio a este viaje otra dimensión.
El descenso de Monte Negro fue más sencillo; el hábil conductor guiaba con seguridad su vehículo en tanto nos contaba anécdotas de sucesos en esa zigzagueante subida, hasta que por fin estábamos nuevamente en Tilantongo. Mi hermano se deleitó tomando fotos en el palacio municipal; imágenes que algún artista local copió del Códice Nuttal, en donde el sr. Ocho Venado es personaje central.
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