20 nov 2009

Agua

Llueve
Llueve, llueve intensamente y a mi lado solo las gotas de agua.También está mi terco pensamiento recreándose en un camino lleno de árboles contigo a mi lado. Tu risa y tu mano apretando mi brazo y los dos evadiendo charcos y pescando los aluviones que caen de los árboles.Llueve y solo está la música que tiene la propiedad de hablar por ti, volcar en sus letras y armonía, todo lo que tú me dirías amorosamente. Llueve y en estos arroyos que se crean en la calle, no nos escapamos en una lancha invisible hacia lo desconocido, o en una botella, como lanzados al mar siendo los dos un mensaje que nos salve y rescate de la melancolía cuando leamos, yo en tus ojos, tú en mi voz, que a pesar de la distancia, existe el amor. Hoy llueve nuevamente y el frio del agua se entibia en tu nombre y se hace vapor con mi pensamiento hacia tí. La lluvia canta en tu voz y el abundante torrente se parece a lo grande de tu amor. Quise contar las gotas y me perdí en los números como me pierdo tratando de recordar cuántos besos has puesto en mi soledad, o cuantas veces consigues crear arcoiris en mi monótono corazón.Llueve y olvido el paragüas porque necesito la humedad de las gotas de lluvia que en mucho se parece a la humedad de tus besos, la frescura de tu piel y la cálida humedad de tu preciosa intimidad. Me digo con esta lluvia, venga más agua, siento que tú me bañas con tu mirada pícara que siempre descubro.Hoy el agua es generosa como generoso es tu amor. Tu amor como lluvia que limpia los malos momentos, los malos recuerdos y deja a su paso la tranquilidad y seguridad de que a escasos kilómetros estás. Haciendo muchas cosas pero ahí estás; cansada, pero ahí estás; enfermita como en estos días, pero ahí estás. Bonita, espero que siempre para mi, estés ahí.Te invito a que hagamos un arca y escapemos por el amplio mar hasta encontrar el absoluto silencio y escuchar el único lenguaje que creo vale la pena: Nuestros corazones en un diálogo interminable y eterno compartiendo a plenitud sus esperanzas.

19 nov 2009

Con música?
Septiembre/2007
Los acordes de Deodato me trasladan muchos años atrás. Treinta y siete acaso?
De un radio prestado salían las notas de una pieza que interpretaba Deodato y que por mucho tiempo, sino es que hasta hoy, es nuestro tema. La escuchaba por las mañanas antes de partir al trabajo y me imaginaba que en su casa hacía lo mismo. Los dos sabíamos en qué estación de radio casi invariablemente la ponían entre cinco y seis de la mañana.
Puestos los piés en este día diré que que desde temprano tuve el propósito de visitarla. La ruta conocida, los semáforos ya aprendidos y hoy, la precaución por el nuevo pinche reglamento; pero todo giró en esa idea. Desde los tlacoyos de la chiquilla, nuestros tacos domingueros hasta tu chocolate necesario y el recorrido por el mercado.
Todo este preámbulo para llegar a las tres y veinte, sin prisa, dia de asueto, y buscarle. Siempre espero verla en la sala o el comedor. Cuando no es así me preocupa porque sé que se encuentra en su cuarto, tal vez dormida. Y hoy fue así. Desde lejos vi sus calcetas y suspuse que dormía. Todo el aplomo, la fortaleza, el firme propósito de ser fuerte se derrumba. La imagen de ella en la cama, dormida me estremecen de pies a cabeza. Con mucho cuidado me aproximo, tomo asiento a un lado de ella temiendo despertarla de un sueño en el que tal vez es una niña que corre por el campo o que recibe palabras hermosas de su padre o disfruta de una pieza bailable de la que ella fue afecta y dominaba con facilidad. Por cierto, qué habrá en sus sueños, quién será ella y qué y quiénes seremos nosotros, sus cercanos en estas ensoñaciones? Pero abre los ojos y con ese código de señales, entiendo que está sorprendida pero también contenta. La detengo para que no se incorpore rápidamente, le hablo suavemente y le hago la más estúpida de las preguntas ¿Cómo estás? Me responde con lo mejor de ella. Un movimiento de cabeza me indica que bien. Pasa un buen rato y la invito a salir al jardín, cosa que acepta, mas para mi sorpresa, no se puede levantar. Intento ayudarla y todo el esfuerzo es vano. Pregunto en la enfermería si en estos últimos días ha caminado y me indican que muy poco y con la molestia de su rodilla. Las várices dicen.
Al fín consigo, con la ayuda de un enfermero, sentarla en una silla de ruedas y salimos al jardín.
Empujando la silla veo su pelo canoso, su cabeza ladeada en señal de cansancio y con preguntas diversas trato de romper su mutismo, cosa que consigo a medias hasta que le recuerdo que le llevo un chocolate que los dos comeremos como en aquellos días en que nuestros haberes solo nos alcanzaban para comprar una torta a la que alternativamente dábamos mordidas.
En pequeños trozos le voy administrando su barra de chocolate he insisto en que camine. Consigo que lo haga y con pasos vacilantes hacemos un corto recorrido. Busqué en su cara y no había muestras de dolor, solo había inseguridad para dar el siguiente paso; alternamos entre sentarla y caminar un poco. Se que lo peor que puede pasar es que se inmovilice y no se levante de su cama.
Obseva el cielo nublado y me dice de la próxima lluvia, y como siempre, se queja del frío. Ve el pasto verde y las flores, los pájaros y un desafiante colibrí que a escazos centímetros de nosotros, le hace los honores al néctar de una flor. No pierde de vista al ave hasta que con su velocidad asombrosa, se deposita en una flor lejana.
Yo no dejo de observar su cara, su pelo, sus pequeñas orejas y sus manos siempre cálidas y amorosas y lanzo al universo la trillada pregunta ¿POR QUÉ? Ella me responde ¿Tienes frio? La miro a los ojos y se que ella sí sabe el porqué, lo asume y no anda con mariconadas llorando. Tomo sus manos y la invito a caminar para quitar de mi pensamiento esas tenebrosas ideas que me aprisionan y de ellas tengo que salir solamente con movimientos bruscos.
Por el altavoz escucho que el tiempo de visita ha terminado y nos encaminamos al lugar que le asignaron para tomar sus alimentos. Ahí ya se encuentran dos ancianas. Una, acerca solícita una silla para que Eva se siente y la otra me pregunta por su estado de salud. A las dos correspondo con mi cuasi sonrisa, ya que estoy atravezando por el momento más indeseado que es la despedida. Le doy un beso en la frente y doy vuelta por la izquierda eludiendo el comedor y su mirada. Aprovecho para pasar al sanitario y dirijo una última mirada furtiva donde encuentro una figura un tanto encorbada que toma de su plato seguramente la gelatina que le sirvieron.
Salgo al estacionamiento y me siento vacío. Hasta ahorita me recuerdo de la débil lluvia que empezaba. Solo me acordé de la pequeña tragedia cuando busqué su Boig y con sorpresa y enojo, descubrí que no tenía popote.
http://www.youtube.com/watch?v=YySYtT-E_kI

14 nov 2009






Ya nada es lo que era



Otra lumbre iluminará mis versos
Otros muertos mis soledades.
Ismael Serrano
Cuando el encuentro es fugaz y apremia la llegada a casa llevo el vacío en las manos. Besos fugaces aderezados con palabras vanas y la urgencia de completar una cuota de entregas se repiten en esta inercia que poco a poco va perdiendo sentido.
Claro que lo vivido quedó como un recuerdo. Intangible, lejano, casi fundiéndose en el olvido, sin embargo no tengo derecho a ser el asesino de tantas primaveras, de días y noches que viví a su lado, del despertar con la caricia de su sonrisa y sus buenos días, y después del baño, tomar juntos el desayuno. Tengo presente sus expresiones de felicidad, una felicidad que arrancamos a la adversidad, que la ganamos cruzando la muralla que nos separaba, la seguridad de que éramos el uno para la otra o al revez sin expresarlo para que nuestro silencio fuera de más compromiso y no se corrompiera con las falsas promesas.
Ya nada es lo que era. No habrá mañanas de domingo juntos caminando por las calles de esta hermosa ciudad. No estará tu silvido llamándome, tampoco tu enojo que pretendías ocultar. No hallaré nada como tu amor incondicional, desmedido, temerario y tampoco la suavidad de tu expresión cuando pronunciabas "amor".
Qué bueno que esto no se repita. Perdería su valor, originalidad y pureza. Estás y no. No se si me sientas, ignoro si reconoces mi presencia junto a ti pero a veces descubro en tus ojos un brillo que me estremece.
Nada volverá a ser igual. Han pasado treinta y siete años desde que te conocí. Éramos jóvenes, nuestras voces desafiaban el silencio con las canciones recién aprendidas que acompañaba con la guitarra y que fue el principio de toda nuestra relación.
Hay un lugar en mi vida, en mi experiencia, en mi pasado/presente reservado para nosotros y siempre habrá un canto para ti.