Rica tarde, lluviosa, friolenta, callada, las calles apenas transitadas y yo, yo nuevamente recreándome en Satie, sus Ginopedias que como brocas llegan a lo interno y puede entrar aire purificante a mi cuerpo dolorido. Hay nadamás soliloquios, me cuento y recuento mi historia, le pido a Yoo (la luna) que me deje reposar en su almohadón redondo, que me pasee por el cielo y cuando lo desee poder mirar hacia donde está ella. Verla silenciosa hacia mí, repudiando, y tal vez maldiciendo haberme conocido, reivindicando su molestia hacia mi nombre, lejana, ausente a mis ojos, lejana su voz, ajenos sus alagos y yo aquí con la firmeza que da la arena, el esmog, la incertidumbre, pender de una cuerda enmohecida y a la espera de una fecha lapidaria.
No habrá comunicación de ningún tipo dijo con una expresión de molestia, enojo y hastío. Esta barca está haciendo agua que ni qué, en un mar violento con un navegante que no sabe conducirse entre Escila y Caribdis.
Lo que salva esta, nuestra historia, lo que le da sentido y valor es su intensidad, el particulat encuentro y características y sobre todo (si se acabara) saber que lo efímero tiene también un gran valor. Recuerdo algo hermoso como ejemplo que son las flores de las pitahayas, hermosas, rosagantes, altaneras desafiantes, lozanas; pero, (el pero lo pongo yo) con la duración de solo un día. No más, solo un día, y en ese lapso hay que enbelesarse en ella, olerla, recrearse en su figura delicada, sutil, armoniosa y llenar los ojos con su delicadeza. Lo que no consigan los sentidos en ese corto tiempo.
Lo que salva este nuestro amor si fuere efímero, es que más allá de la hermosura de la flor de la pitahaya, más allá de darle sentido a mi vista, mi olfato no ha sido ajeno a esta experiencia; toda ella ha quedado registrada en mi cerebro vía ese sentido. Como no, su boca, su cuerpo complaciente, la calidez de su espalda y ese enloquecedor olor de su pelo están ahí. Y qué diría mi boca, ávida, insaciable llenándose del sabor de su todo. Nada ajeno a este sentido; todo objeto de ser probado.
De mis sentidos, el tacto se solaza, duerme, descanza en su cuerpo, manos mías que me reportan suavidad, tersura, calor, intenso calor que voy sintiendo a lo amplio de todo su ser. De dos cuerpos juntos, de dos calores compartidos de nuestros tactos entretejidos no es la suma de dos. Lo explosivo de nuestro contacto da razón de ser al universo.
Si no hubiera mañana para nosotros, nos salva el hecho de habernos reconocido amantes dispuestos a hacer una historia. Dimos el primer paso con firmeza, no hay duda, aunque la altura sobre el nivel del mar de esta preciosa ciudad no nos permitiera avanzar por el intrincado camino de mantener el ritmo de seguir el trillo de esta aventura. No queda en ella, no queda en mí lo que scribe Silvio en su canción : "La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes".
Si fuera el caso, cada uno de nosotros seguiría en su paraíso cumpliendo el sino de los amorosos: el eterno buscar sin encontrar, ese sentido de la vida que da poderse ver reflejado en la pupila del ser amante, amoroso.
Mmmmmmmmmmmmmm